terça-feira, 30 de outubro de 2007

In Search of Stolen Saints

* Matéria sobre o roubo de obras de arte sacras publicada na Times em 25 de outubro de 2007. Assina Andrew Downie.

The São Bento Church is remarkably tranquil for building wedged between Rio's bustling (barulhento) downtown and one of the city's major highways. So tranquil, in fact, that nobody even noticed, recently, when thieves (ladrões) walked into the Baptism Chapel one afternoon, sawed (retiraram) a priceless wooden sculpture off the wall, and waltzed off (saíram) with it.

The piece, a six-inch statue of an icon named Faith, once formed part of the ornate gold-leaf side altars that date from 1690, shortly after work on the church began. "It was priceless," says Dom Paulo Azeredo Coutinho, one of the 45 monks (monges) who live and work in the famous building and monastery. "It was a one-off (peça única)."

The same, unfortunately, cannot be said for its theft (roubo). Although no complete figures (números) are available, police and cultural officials report a large increase in recent years in the pilfering (furtos) of Brazil's religious artifacts and objets d'art. The booty (saque/pilhagem) includes wood and terracotta sculptures, gold and silver candlesticks, thuribles (incensório) and communion silver (pratas de comunhão) — even rare books, maps and engravings (gravuras).

"This year in Rio we have seen five cases of theft (roubo) — four sculptures and one candelabra," said Marcos Monteiro, director general of Inepac, the Rio institute that oversees the state's cultural heritage. "It is getting worse as the market heats up and demands more pieces. There is a market for religious art and it has been growing since the 1940s. Now it is the hot trend."

Monteiro tracks the beginning of the trend to the late 1960s, soon after the Vatican II meeting in Colombia declared the church should focus more on Christ and less on saints and other icons. That ruling led many priests to remove beautiful sculptures of the Virgin Mary and other saints from display. Some were sold, often to raise money for a parish (paróquia), and a whole new market was created.

Brazil is a particularly rich source of religious art, because during the 17th and 18th centuries it was the only art form encouraged by the country's devoutly Catholic rulers. In the states of Bahia and Pernambuco in the northeast, and Minas Gerais and Rio de Janeiro in the south, Portuguese settlers built baroque churches dripping with gold, silver and art. But today, much of that art is gone. "The last time I checked, we had registered 188 works of art stolen — that's since 2000," says Vanessa de Souza, a Brazilian police chief and delegate to Interpol. "We think there are a lot more that haven't been reported to us. Sometimes we see reports of thefts in the newspaper and we haven't been told officially."

Souza says some of the robberies are the work of gangs who traffic the pieces to Europe and beyond. Most, though, are done by small-time crooks (trapaceiros/pessoa desonesta) who fence (repassa) their swag (objetos roubados) to local antique dealers, who then sell them on to private collectors.

Officials believe, however, that many antique dealers have no idea they are trafficking in stolen goods, because there are hundreds of icons legitimately on the market, having been sold legally by churches or private chapels or imported from dealers abroad. In a bid (tentativa) to track (rastrear) the illicit trade, Brazil's legislature recently passed a law obliging all antique dealers to register with authorities by December. It'll take more than that, however, to trace the stolen goods, says Monteiro.

"What we need is a national system to catalogue the country's religious art," he said. "That way, if something is stolen in Rio then it can't be resold in Pernambuco or São Paulo, and if something is stolen in Pernambuco or São Paulo, then it can't be resold here."

The São Bento church has taken its own precautions, hiring seven security guards to patrol the church and grounds, as well as fitting 15 CCTV cameras in and around the premises. These steps have made the monks who wander about in flowing dark brown robes feel safer, and Coutinho is confident it also offers protection to the priceless pieces that hang from every wall and ceiling of the spectacular 300-year-old building.

And Coutinho has a new idea to bolster (apoiar) the deterrent effect (efeito intimidante) of his security measures. Looking up at a little camera discreetly hanging from a whitewashed wall, a mischievous smiles flickers across the face of the serene former architect. "You can't see those cameras," he says. "We should put up a sign saying, 'Smile, You're Being Filmed.' Or even better, 'Smile, God is Watching.'"

Link

quinta-feira, 25 de outubro de 2007

La pasarela las prefiere blancas

* Eugenia de La Torriente reporta, no El Pais, a discriminação a modelos negras nos desfiles de moda internacionais. Publicado em 21 de outubro de 2007.

Sólo blancas. Las colecciones de la temporada primavera-verano de 2008, presentadas en Nueva York, Londres, Milán y París en septiembre y octubre han disparado la alarma. En 31 de los 101 desfiles listados en style.com, los más relevantes, no había ni una sola mujer negra. Marcas como Balenciaga, Prada, Chloé o Jil Sander, que aspiran a ventas mundiales, pero que parecen ignorar que las mujeres de color gastan más de 20.000 millones de dólares en ropa al año, según Targetmarketresearch.com. La moda siempre ha estado dominada por caucásicas, pero hacía tiempo que no se veía una homogeneidad tan acusada. En una industria global, el mensaje de un desfile totalmente compuesto por adolescentes eslavas no puede ser más local.

"Empecé en los sesenta, pero las cosas están peor que nunca", declaró Bethann Hardison, una de las primeras modelos negras, en una conferencia organizada por ella recientemente en Nueva York. Con el título La ausencia de imagen negra en la moda actual, el evento reunió a Iman, Naomi Campbell o André Leon Talley, editor de Vogue. También las revistas se han visto salpicadas por el debate. En las ediciones de este mes de las principales cabeceras estadounidenses la presencia de afroamericanas es irrisoria. Según el agente David Ralph, a pesar de que esta raza supone el 30% de la población, no está representada por ninguna modelo en Vogue, Harper's Bazaar, Glamour, Cosmopolitan, Allure y Elle.

Cuestión de facciones

Mauricio Carnino es director de casting de Nueva York. Trabaja con Custo Barcelona y Diane von Furstenberg, dos de los pocos diseñadores que han ido más allá de la contratación de una sola y simbólica negra en sus últimos desfiles. "En la conferencia citaron a seis marcas que sí reflejan la diversidad racial en sus desfiles. Tres son clientes míos, lo que demuestra que no tengo problema. Pero hay diseñadores que, si eligen a una chica de color, ya no quieren otra. Ya tenemos una, dicen. Algunos argumentan que tiene que ver con la constitución. Otros ven problema en las facciones. Una vez, uno me pidió una negra. Dijo: 'Necesitamos una blanca metida en una taza de chocolate".

Una de las pocas que ha conseguido entrar en desfiles importantes, como el de Dior, es Chanel Iman. Alguien con ese nombre parece destinado a triunfar en la moda. Aunque ser hija de una coreana y un afroamericano no se lo ha puesto fácil a esta chica de 17 años. Aun así consiguió meterse en el grupo de la portada del Vogue estadounidense de mayo como una de las próximas 10 supermodelos, según prometía la revista. La única que no era blanca.

"Además del americano, el mercado francés es el que más modelos de color utiliza", explica Fernando Merino, booker de la agencia Group, que representa en España a Chanel Iman. "Italia nada de nada y España, muy poco. Sólo para editorial y en algún desfile. Tampoco se quieren hindúes, orientales... Quiero creer que no es una cuestión de racismo, sino de representar a tus consumidores".

"Ahora mismo se ven más orientales que negras. Es cuestión de modas", explica Ramón Carmena, director de la agencia Traffic. Entre las modelos que representa está Godelieve van der Brandt, quien se ha acostumbrado a que su pelo sea el único afro en una sucesión de melenas lacias en los desfiles españoles. Hija de un médico belga y una congoleña, su familia se instaló en Benidorm cuando tenía cinco años. "Me avisaron de que el mercado era reducido. Era consciente de las limitaciones, pero quería vivir mi experiencia. Y, poco a poco, me he ido haciendo un hueco. Es cuestión de confianza y del apoyo de una buena agencia", explica desde París.

La madre de Godelieve está orgullosa de ella. Vive en Bélgica y se escapa a Madrid o Barcelona para verla desfilar. Y sostener, en solitario, la bandera de la diversidad cultural. "Una sola negra o asiática ya cubre el cupo", explica la modelo.

La cuestión no es nueva. Ha habido grandes modelos negras, pero la lista es corta y, a veces, la luz de una estrella esconde una realidad con sombras. Naomi Campbell explicaba en la conferencia de Nueva York que Christy Turlington se había plantado ante Dolce & Gabbana. "Si no contratáis a Naomi, no nos tendréis a nosotras". El nosotras incluía a Linda Evangelista. Para hacerse un hueco en Vogue Paris, su valedor hubo de ser otro: Yves Saint Laurent amenazó con retirar su publicidad si se negaban a trabajar con ella.

El debate sobre qué medidas son aceptables para revertir esta situación está abierto. Hardison ha conseguido su propósito: llamar la atención sobre la anómala representación de la diversidad racial. Godelieve tiene miedo a los cupos nacidos de la polémica. "No quiero que me cojan por obligación. Lo ideal es que se fijaran en tu valía y no en el color de la piel". Tan básico como eso.

Link

segunda-feira, 22 de outubro de 2007

"La literatura no tiene ninguna función"

* O escritor português José Saramago em entrevista exclusiva à repórter Patricia Kolesnicov (pkolesnicov@clarin.com), do Clarín. Texto publicado na Revista N, em 20 de outubro de 2007.

Desde su refugio en la isla de Lanzarote, muy cerca de una serie de homenajes por sus 85 años y los 25 de su "Memorial del convento", el Premio Nobel portugués respondió, parco, incisivo, a las preguntas de "Ñ" sobre la actualidad y el futuro de la literatura. Jurado del Premio Clarín de Novela, dice que la narrativa no debe escuchar al mercado, que preguntarse sobre la utilidad de la ficción es no entender nada y que esa pregunta sin respuesta se repetirá eternamente: tendrá siempre nuevos "preguntadores".

«Chora, ahora mismo, ahora, ahora, mientras esto se escribe, mientras esta nota está por empezar a ser leída, allá en una isla volcánica, allá en su escritorio de caballetes, allá con su vista africana a un océano Atlántico intenso como un cielo sin luna, el Premio Nobel de Literatura, el escritor comprometido, el tipo serio que es José Saramago, escribe su próxima novela.

Sabemos su título: Se llamará El viaje del Elefante. Sabemos que sobre esa tabla que tiene por escritorio, ordenadas, prolijitas a un lado de su impresora, ya hay unas 50 páginas. Sabemos que la novela está basada en un hecho real, ocurrido en la época de Maximiliano de Austria, que nació en Viena, fue nombrado emperador de México en 1864 y fue fusilado en 1867. Sabemos también que la novela en la que está inmerso Saramago ahora, ahora mismo, está llena de ironía, de sarcasmo y de compasión. Que es una metáfora, dicen buenas fuentes, sobre los pobres diablos que somos los seres humanos. Sabemos que postulará, el autor del conmovedor Ensayo sobre la ceguera, que el destino que nos damos los humanos es estúpido, cuando podríamos alcanzar algo más que el ridículo. Que dirá que es ridículo o patético que nos pasemos la vida corriendo, trabajando, criando hijos, para acabar pobres, además de viejos y de olvidados. No habla de la vejez, nadie se atreva a hacer interpretaciones al vuelo y creer que porque está a punto de cumplir los 85 -el 16 de noviembre- José Saramago escribe sobre la vejez.

El tema de la novela que viene, desliza nuestra buena fuente, es la carrera hacia la nada que, según el punto de vista del escritor, parece llevar la humanidad. Una novela de ideas. Como lo fue Memorial del convento, la gran obra que está cumpliendo los 25 años y que lo tendrá de festejo en festejo en España y en Portugal, a mediados de noviembre. Festejo que reúne la alegría de los 85 del autor, 300 del Convento de Mafra, 350 de Doménico Scarlatti, el músico que es personaje de la novela. A lo grande: habrá un espectáculo que ya se hizo en Finlandia, con música de Scarlatti en la voz de una soprano, algunos pasos de ballet y palabras del Memorial... que dialogarán con un clavicordio. Y luego hablará Saramago. En España la producción tendrá como actor a Juan Echanove. En Portugal, a Jorge Vaz Carvalho. Los demás, finlandeses. Y con eso empezará su trabajo en Lisboa la flamante Fundación José Saramago. ¿Es todo? Para nada: el 17 de noviembre el escritor estará en Mafra, Portugal, para las celebraciones del convento. Y así: una mirada a su agenda de compromisos puede producir taquicardia.

No es fácil darse cuenta cómo lleva ese ritmo el Premio Nobel y además de escribir novelas tiene tiempo para enterarse y ocuparse de lo que considera injusto en el mundo, de asistir a Ferias del Libro, de volver a casarse con su mujer, Pilar del Río -lo hicieron en junio en Castril, el pueblo granadino donde ella nació-, de colaborar con la cineasta chilena Carmen Castillo para el documental Calle Santa Fe, sobre la resistencia en su país. De ir a Guadalajara, México, a leer partes de su novela Las intermitencias de la muerte -lo hizo en diciembre pasado- sobre un escenario, junto a un deslumbrado Gael García Bernal, en un duelo de galanes en el que no estuvo claro quién ganó.

Desde esa ventana al mar, desde Lanzarote, la isla donde vive, que es políticamente España y geográficamente Africa, a pocos días de subir al avión que lo traerá a Buenos Aires como miembro del jurado del Premio Clarín, Saramago responde las preguntas de Ñ sobre qué lo lleva a escribir, sobre la lectura hoy y sobre la literatura que vendrá. No es fácil entrevistarlo, quien lo haga debe saber que es probable quede ligeramente en ridículo. Porque como siempre, Saramago es sencillo, contundente y conmovedor.

-Después del premio Nobel, de tanto reconocimiento... ¿Qué lo mueve a seguir escribiendo? ¿Qué lo hace sentarse frente a la computadora?

-El hecho de haber dejado una página por terminar.

-¿Sigue buscando algo en la literatura? ¿Qué busca?

-Como cualquier otro lector, o escritor, me busco a mí mismo. Busco encontrarme en páginas, en ideas, en reflexiones, reconocer que somos algo más que esto que se presenta como "realidad", ése sigue siendo el mayor deslumbramiento.

¿Sí? ¿Seguimos los humanos encontrándonos en páginas, que no sean páginas web? Saramago hace rato que escribe sus textos en computadora y está lejos el día en que Pilar rescató de la papelera (la real, no la de Windows) la primera página de la última novela que su marido escribió a máquina y corrigió a mano, "Historia del cerco de Lisboa". La sacó del tacho, la alisó (era un bollito como los de las películas), le pidió una dedicatoria. Dice: "'A Pilar, esta página y mi vida'. José. 29 de diciembre del 87". La página fue enmarcada y colgada de la pared. Buen recuerdo, testimonio asegurado y a otra cosa, la escritura se volvió digital. En resumen: El Nobel no está paranoico con el papel que jugará la tecnología en la cultura.

-¿La literatura pierde terreno frente a la informática?

-La literatura no puede ocupar el terreno de la informática y viceversa. Son formas distintas de entender el mundo. La informática puede ser una contribución, no a la literatura, sino a la lectura

-Entonces, ¿se lee de una nueva manera?

-En cualquier caso, la literatura siempre ha sido una actividad minoritaria. Me parece que ahora se lee y se escribe más. Quizá por la informática.

-Si recordamos aquello de que el medio es el mensaje.. ¿cómo afecta este nuevo medio los contenidos de la literatura, es decir, el sentido?

-Es absurdo pensar que lo que un escritor tenga para decir dependa del instrumento que utilice.

Así contesta Saramago -ya avisamos que el entrevistador puede quedar en ridículo- como quien sabe apropiarse de los medios que tiene a mano para esparcir las ideas que tiene claras. Eso: alguna vez el dijo a esta cronista que de chico pensaba en ser "conductor de trenes, maquinista, el hombre que va conduciendo el tren". Y que cuando le preguntaban por qué, decía que era "por el tren, la velocidad, la noche, uhh, uhh". ¿Qué tiene que ver con su presente? Que se pensaba como un conductor. La interpretación, aclaremos, es de él: "Creo que no lo estoy inventando ahora, creo que haber sentido esa responsabilidad", decía entonces. ¿Condicionará la informática esa empresa? No parece. Tampoco lo hará el dominio de los medios audiovisuales. Quien tenga algo que decir encontrará su rumbo. El es terminante:

-¿Lo audiovisual le arrebató el relato a la literatura? ¿La novela perdió la hegemonía sobre las historias?

-No, no y no.

-Es decir que usted no piensa que vamos hacia el fin de la novela...

-Se ha pronosticado muchas veces ese final, y la novela sigue vivita y coleando. Un premio literario para novela suscita el aparecimiento inmediato de 200 o 300 candidatos. ¿Dónde estaban esos libros? ¿Han sido escritos corriendo para cumplir el plazo? ¿O son el resultado de meses y meses de trabajo responsable, respetuoso del idioma?; autores que llevan un mundo dentro y lo quieren confrontar con la realidad que los rodea y limita.

-Un mundo dentro y un mundo fuera. ¿Usted es un "escritor comprometido"? ¿Con qué?

-Estoy comprometido, o sea, vivo, en un mundo que es un desastre. Como escritor y como persona, mi empeño es no separar al escritor de la persona que soy. Me esfuerzo, en la medida de mis posibilidades, en tratar de entender y explicar el mundo.

-Como escritor, su medio de intervención es la literatura. ¿Podemos volver a pensar si sirve para algo? ¿Si la literatura pueda mejorar (o empeorar) la vida, el mundo?

-Llevamos siglos preguntándonos los unos a los otros para qué sirve la literatura y el hecho de que no exista respuesta no desanimará a los futuros preguntadores. No hay respuesta posible. O las hay infinitas: la literatura sirve para entrar en una librería y sentarse en casa, por ejemplo. O para ayudar a pensar. O para nada. ¿Por qué ese sentido utilitario de las cosas? Si hay que buscar el sentido de la música, de la filosofía, de una rosa, es que no estamos entendiendo nada. Un tenedor tiene una función. La literatura no tiene una función. Aunque pueda consolar a una persona. Aunque te pueda hacer reír. Para empeorar la literatura basta con que se deje de respetar el idioma. Por ahí se empieza y por ahí se acaba.

-¿Que se deje de respetar el idioma? ¿Y no que haga depender la literatura del mercado?«r

-Pobre mercado, que le salen moretones por todos lados. Si el libro es una mercancía, hay que venderlo. ¿Dónde lo haremos? ¿En la Luna?

-Claro. Pero ¿no se invierten los términos y se escribe lo que se vende en lugar de vender lo que se escribe?

-Hay que tener cuidado con las ideas hechas. Por ejemplo: que el mercado condiciona al autor. No es cierto. Puede el mercado manifestar una preferencia por ciertos tipos de libros, de "modas", pero eso no obliga a ningún autor a seguir ese camino. Estamos creando una gran confusión: imaginar que los autores son iguales entre sí. Nos ocupamos de tópicos remanidos y no estudiamos la realidad. Y olvidamos demasiadas veces que las preguntas no son inocentes. Me molesta hablar de literatura y mercado. La literatura es la creación y no importa qué montaje se haga en torno a ella. Hay negocios, hay literatura. Y personas que leen para entender y personas que leen porque siguen campañas. Y personas que no leen. Lo importante, me parece, es no dejarnos llevar por estas cuestiones que desde luego a mí, como escritor, me son ajenas.

Así, así como se lo lee, así se lo escucha a José Saramago. Así: hay que tener cuidado con lo que se le pregunta porque está atento, porque está escuchando, porque integra la especie -¿en extinción?- de aquéllos a los que nada de lo humano les es ajeno. En su boca, y en sus oídos, las palabras pesan, no habrá que hablarle jamás con ligereza. No le interesa el mercado, háblenle de literatura, háblenle de política, háblenle del amor y del dolor, pero no del mercado; él es escritor, mercader no.

-Entonces, ¿quiénes siguen para usted el camino posible y deseable para la literatura contemporánea?

-Creo que ningún escritor en su sano juicio osaría contestar a esa pregunta. Yo, hasta ahora, no he perdido el mío todavía. Y creo que cada uno hablará por sí mismo.

Vueltas de la vida, el chico salido de aquel pueblito portugués, el nieto de un campesino analfabeto, es hoy un nombre de referencia entre sus contemporáneos. Sigue recibiendo homenajes: el 23 de noviembre se inaugura una exposición sobre él en la Fundación César Manrique, un lugar espléndido construido dentro de burbujas de lava en Lanzarote. En tres salas recorrerán su vida, su escritura, sus intervenciones cívicas. Reunirán otras obras generadas a partir de las de Saramago en cine, en televisión, en ópera, en pintura. Habrá cincuenta pantallas que pondrán en movimiento lo que está quieto en las vitrinas.

A minutos de ahí estará el hombre, atento a unos lagartos pequeñitos que se escurren por el suelo de su jardín de lava y cactus. A su ventana, bajo la cual corren sus sobrinos. A un amor que late a la vista de todos, constante como un minutero. Al cielo gigante y el mar omnipresente de la isla. A su mundo interior, claro. Estará ahí, sentado al teclado aunque parezca que lo tiene todo. Porque, claro, tiene una página sin terminar.

Link

domingo, 21 de outubro de 2007

The reluctant pin-up

* Perfil do âncora da CNN Anderson Cooper publicado no Guardian em 22 de outubro de 2007. Assina Ed Pilkington.

Anderson Cooper is the pin-up boy of American news casting. Walking around Manhattan, you'd need to have your head buried in your shoes not to notice the giant billboards of him beaming down with his oh-so-charming smile and silvery blue eyes. There are numerous websites for his fans - Anderfans, as they call themselves - including one called Gunmetal Grey after the startling colour of his hair. He has been on the cover of Vanity Fair, made a cameo appearance on Sesame Street alongside those legends of TV journalism, Dan Rathernot and Walter Cranky, and been profiled by a gay magazine that claimed to out him - a claim he has always sidestepped when it has been raised.

At first look, Cooper cuts a rather odd figure as news superstar. He is not one of the exalted group of evening network show hosts, such as CBS's $15m-a-year anchor Katie Couric. Instead, he is tucked away on CNN between 10pm and midnight - a competitive slot, certainly, but not maximum exposure. And then there is the resolutely serious diet he feeds CNN viewers in his show, Anderson Cooper 360°, from famines to hurricanes, domestic poverty to African civil wars.

He insists that he is oblivious to the adulation. "You probably won't believe this," he says when we meet in his CNN office in the glass-and-steel Time Warner building opposite Central Park. "I don't read stuff about myself and if I can help it, I don't look at billboards of myself." When his memoir, Dispatches from the Edge, came out last year, he adds, "I stopped going into bookstores as I thought it would be weird to be seen loitering around my own book."

But beneath the modesty, you might still say Cooper is a man born into greatness. His mother was a Vanderbilt, the family that built the railroads and used its vast wealth to emulate European royalty. He grew up thinking that every small boy's grandparents turned into statues when they died, which explained why his great-great-great grandfather Cornelius was immortalised in Grand Central station. Charlie Chaplin came to tea and Truman Capote was a regular visitor. Andy Warhol's white hair scared the young Anderson - how was he to know he would himself turn Gunmetal Grey?

With so much fame around him, it seemed the natural thing for Anderson to enter that world himself, and he put himself forward as a child model. "I did a lot for Ralph Lauren and Macy's - cheesy newspaper ads, that sort of stuff." But the weird thing is that in the course of our conversation, Cooper seems the antithesis of the man born with a silver spoon in his mouth. He comes across as diffident, almost hesitant, with none of the bombast you'd expect from his Upper East Side roots.

Your amateur psychologist could explain that apparent paradox quite easily. Although his background was one of enormous privilege, it was also one of enormous hurt. His mother, Gloria, was the subject of a highly public custody battle as a child that took her away from her own mother. His father, Wyatt Cooper, a writer from Mississippi, died when Cooper was 10.

Then the brother. In a heartrending passage of his memoir, Cooper relates how his elder brother Carter committed suicide when he was 21. Carter, two years the elder, jumped from the balcony of the family's 14th-storey bedroom in Manhattan, with his mother watching. His final words to her were: "Will I ever feel again?"

Cooper portrays the event in almost unbearably intimate detail. He talks of the guilt he felt then and for years afterwards about not reaching out to his brother when he was clearly depressed. And he describes the experience of seeing Carter's corpse in the casket and noticing a silver screw and bolt sticking out of the head. "I hoped my mom couldn't see it," he writes.

With such tragedy within his family there was only one place to go. The war zone. Aged 24, he just upped and went. In fast succession, he tore around Burma, Bosnia, the famine in Somalia and the Rwandan genocide, filing reports for a news service for schoolkids, Channel One. Wherever there was conflict, he wanted to be there.

Back in the comfort of his office, with stunning views over the park, I suggest that many war reporters appear to display this need to dull their own personal pain by experiencing the pain of others. Cooper disagrees with me. "It's not that you want to witness others' pain, that's the worst part of the job. It's more like speaking a language, and you look for other people who can speak it too. I found it difficult at the time to be in New York, where people don't talk about life and death in casual conversation. I was uneasy at cocktail parties among people making small talk.

"I would much prefer to be in a place where people were dealing with life-and-death issues; cut out all the bullshit, all the rubbish, and reveal things as they really are. Places of extreme conflict felt comforting - no, not comforting, but known to me."

Running around the world for Channel One, he perfected a way of telling affecting human stories, and later brought it to a wider audience through CNN. The technique was put to powerful use in 2005, when Cooper spent weeks in the thick of Katrina, broadcasting searing accounts of the local and federal authorities' failure to help New Orleans. To his bemusement, he became known as the reporter who captured the emotion of the disaster, and he was catapulted into TV superstardom. "The irony is I'm the least emotive person I know. I was raised a Wasp, very tightly wound, and I don't express much emotion at all. I try not to insert myself into the story in a way that many do and always seems to me to be phony."

His latest venture is a four-hour investigation of the global environmental crisis, Planet in Peril. With CNN colleagues Jeff Corwin and Sanjay Gupta, Cooper does his usual act of running around the globe, going undercover in an illegal animal market in Bangkok, hunting poachers in Cambodia, and travelling to Greenland to see Warming Island, a newly created landmass as a result of melting ice caps. After all this globe trotting, of course, he has to return to New York to sit behind his studio desk and broadcast to the nation. He can't keep running forever, I say. "Sadly, that's true," he replies.

I ask him how he copes, after struggling through the Amazonian forest, with re-entry to the domestic American media world of celebrity gossip and political soundbites - the cocktail party small-talk that drove him out of New York in the first place.

"I find I'm spending fewer and fewer of those days of small-talk," he says. "You have to resist the rating system. If you start to do your broadcast based on what you think people want to see, then you end up with nothing but OJ Simpson or Anna Nicole Smith or whatever the tawdry subject is. The easiest thing in the world would be to do Anna Nicole Smith stories, but I don't think CNN viewers want that."

Such resistance to commercial pressures has its costs: his ratings are below his Fox News competitor, Greta Van Susteren, with her preponderance of crime stories, though he has closed the gap among viewers in the 18-34 age group. As his star has risen, there have been other costs on the private side. He has to deal with "four or five" stalkers, he says, as well as persistent gossip about his private life. He was recently profiled in the gay magazine Out as one of the 50 most influential gay and lesbian Americans.

Would he like to say anything about that? "I don't think it's my job to talk about my private life," he says.

But hang on. His book is the most intimate portrait of family tragedy that I have read for a long time, I say. I might have added that someone who writes about the screw in his dead brother's head is hardly protecting his private life. "All those things - my brother's suicide, my father's death - were in the public domain. To me, I wasn't writing a tell-all narrative about my life; it was a book about loss, war, disasters and survival."

A more plausible defence, perhaps, would have been that as a journalist who respects the privacy of others, he has the right to retain some of his own. Put that another way: let's give Anderson Cooper the Anderson Cooper treatment. What matters most - the lurid speculation about his private life beloved of his growing army of Anderfans, or that this is one reporter who, against the odds, continues to strive for significance within the arid world of American television news.

Link

sexta-feira, 19 de outubro de 2007

Consumo na China enriquece marcas internacionais

* Matéria publicada na Folha de S. Paulo (Mundo) em 18 de outubro de 2007. Assina Cláudia Trevisan, enviada especial a Pequim.

A julgar pelo discurso do presidente Hu Jintao na abertura do 17º Congresso do Partido Comunista, na segunda-feira, a construção do "socialismo com características chinesas" depende do mais capitalista de todos os hábitos: o consumo. Os chineses desembolsam parcelas cada vez maiores de sua renda nos shoppings que se multiplicam nas grandes cidades.

O "desenvolvimento científico" defendido por Hu pressupõe o aumento do peso do consumo interno no crescimento, dependente de investimentos e das exportações. O objetivo está longe de ser alcançado, mas é crescente o número de chineses dispostos a gastar somas consideráveis em imóveis, cosméticos, roupas, carros, computadores, celulares e relógios.

O fenômeno se concentra nos centros urbanos da costa leste. Beneficiados pelo crescimento anual de dois dígitos, os novos-ricos abrem o bolso e cultivam hábitos até há pouco estranhos à cultura chinesa.

Concebido pelo designer francês Philippe Starck, o restaurante e bar Lan, na principal avenida de Pequim, é uma extravagância de vários ambientes decorados com quadros no teto, poltronas de espaldar alto, lustres de cristal e cabeças de rinocerontes. No Lan, os chineses endinheirados tomam vinho, fumam charuto, escutam jazz e pagam contas que rondam os US$ 100, o equivalente a 740 yuans-mais do que o salário mensal dos migrantes rurais que trabalham nas construções da cidade.

No The Place, um dos shoppings recém-inaugurados de Pequim, a chinesa Hu Rong, 40, gastou 800 yuans na tarde de quarta-feira na compra de roupas na rede espanhola Zara. Depois, foi a uma das 230 lojas Starbucks espalhadas em 22 cidades chinesas, onde uma xícara de café custa 18 yuans (R$ 4,4) -preço de uma refeição em um restaurante popular.

Hu Rong dirige uma empresa de arquitetura, é casada com um empresário e tem uma filha de um ano e sete meses. A família mora em uma das vilas de luxo que se multiplicam em Pequim e tem na garagem um BMW e um Land Rover.

Além de bens de consumo, é capaz de comprar o direito de ter outro filho, em um país que impõe um estrito controle de natalidade. Hu está grávida e diz que pagará ao governo a multa cobrada das famílias que desrespeitam a política de filho único -neste ano, um casal foi obrigado a pagar US$ 77 mil por ter um segundo filho.

Apesar de muitos shoppings de Pequim serem ocupados por grifes de luxo, são as marcas de preços mais acessíveis, como Zara, que realmente fazem sucesso. A única loja da rede, aberta neste ano, parecia estar promovendo uma grande liquidação no domingo, com filas nos provadores e nos caixas.

"Eu não ligo muito para grifes, mas gosto de produtos de qualidade", afirma Zheng Hua, 30, que acabava de comprar uma blusa por 400 yuans. Dona de uma fábrica de alimentos, Zheng é divorciada e vive em um apartamento próprio de 400 metros quadrados.

As amigas Shi Jing, 30, e Yu Li Sha, 27, gastam em média de 2.000 yuans a 4.000 yuans (R$ 490 a R$ 970) em roupas e cosméticos por mês. Saem para jantar fora a cada dois ou três dias. "O nosso conceito de consumo mudou e passou a ser influenciado pelo Ocidente. Estamos muito mais preocupadas com a aparência", diz Shi, que trabalha no setor imobiliário.

A rede sueca de móveis Ikea é outra marca de preços acessíveis que encontrou seu caminho na China. Pequim é a sede de sua maior loja fora da Suécia, com 43 mil m2 e estacionamento para 1.200 carros.

Os supermercados Wal-Mart e Carrefour se espalham pelas zonas urbanas. A rede norte-americana se instalou na China em 1996 e hoje tem 86 lojas, nas quais diz atender 5 milhões de consumidores por semana. O concorrente francês chegou em 1995 e já possui 345 filiais.

Setor imobiliário é superaquecido; família junta as economias para imóvel do filho

Quando saiu da universidade em 2004, Chen Ou trabalhou em dois projetos que lhe renderam 20 mil yuans em cinco meses, cerca de R$ 4.900. Com a ajuda dos pais, que lhe deram 30 mil yuans, e um financiamento de 190 mil yuans, ele se tornou proprietário de um apartamento de 50 m2 com apenas 22 anos.

Hoje, Chen trabalha como assistente de um jornalista estrangeiro em Pequim e paga a cada mês 1.200 yuans ao banco, que lhe concedeu um empréstimo por prazo de 25 anos. É menos do que pagaria no aluguel de um imóvel semelhante.

Com os juros, sua dívida é de 370 mil yuans, mas o apartamento que custava 240 mil yuans em 2004 duplicou de valor desde então.

O mercado imobiliário é um dos mais aquecidos da China e ter casa própria é a prioridade dos jovens com educação superior, especialmente dos homens. Sem isso, é remota a chance de se casarem com a mulher de seus sonhos. Quando buscam pretendentes, as jovens urbanas chinesas querem alguém que tenha casa própria e um emprego estável.

Segundo Chen, essa foi a principal razão pela qual seus pais decidiram dar suas economias de toda a vida para ajudar na compra de seu apartamento. Antes de mudar para sua nova casa, Chen vivia com os pais em um apartamento de um cômodo de 23 m2, em um edifício com banheiro e cozinha comunitários. "Seria muito difícil conseguir uma namorada nessas condições", afirma.

É surpreendente o alto percentual de chineses que possuem casa própria. O governo afirma que são 80% das famílias urbanas, um índice superior aos cerca de 70% que se observam nos EUA.

Arthur Kroeber, diretor da consultoria Dragonomis, diz que o percentual é inflado por incluir imóveis que foram comprados por empregados de suas antigas unidades de trabalho e que não podem ser vendidos. Portanto, não se enquadrariam exatamente no conceito de propriedade privada.

Ainda assim, ele acredita que o índice de casas próprias nas regiões urbanas da China é alto e não está muito distante dos 70% dos norte-americanos.